A
lo largo de su historia, la Argentina sufrió numerosos golpes de
estado. El último ataque contra las instituciones democráticas fue
el llamado “Proceso de Reorganización Nacional”. Comenzó
formalmente el 24 de marzo de 1976 con el derrocamiento de
Isabel Perón. El proceso fue encabezado por una Junta Militar
integrada por representantes de las Fuerzas Armadas:
Jorge Rafael Videla (Ejército), Emilio Eduardo Massera
(Marina), Orlando Ramón Agosti (Aeronáutica). Esta
intervención militar fue la más violenta y represiva
de todas.
El
modelo económico llevado adelante produjo el
desmantelamiento de la industria nacional y el
auge y predominio de la especulación financiera.
Los
militares no sólo esperaban cambios económicos; su objetivo también
incluía cambios políticos y sociales que
permitieran la imposición de un modelo de Nación acorde a
sus "valores" e intereses.
Para
concretar este modelo, debieron silenciar toda forma de
resistencia y oposición por medio del terrorismo
de Estado. Sus consecuencias fueron miles de muertos y
desaparecidos. Los obreros y los estudiantes
fueron los más perseguidos y afectados.
A
principios de los ‘80 aparecieron voces de resistencia que se
sumaron a la permanente lucha de los organismos de Derechos Humanos y
a otros sectores combativos de la comunidad.
En
un intento por prolongar su permanencia en el poder en
medio de la crisis, quisieron aprovechar un viejo reclamo
argentino sobre las Islas Malvinas. El 2 de abril de 1982 realizaron la invasión, sin
analizar las posibilidades reales de recuperación. El país sufrió
las consecuencias, incluida la muerte de miles de jóvenes
soldados.
Con
la derrota, el pueblo descubrió el engaño: no estábamos ganando
como decían los medios masivos de comunicación
manipulados por el gobierno. La rendición ante los ingleses
terminó con el poco prestigio militar.
El
10 de diciembre de 1983, el último de los dictadores, Reinaldo
Bignone entregó el poder a un mandatario elegido libremente,
el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín.